NECESIDADES BASICAS
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   La personalidad del hombre se construye cuando se desenvuelve y se mantiene de forma satisfactoria. Y se perturba si se desarrolla en situación permanente de insatisfacción. No es algo abstracto y difuso.
   La satisfacción o insatisfacción depende de la cobertura plena de una necesidad íntima, que los antropólogos denominan "básicas". Unas son fisiológicas, como es la comida y el sueño. Otras son psicológicas.

 1. Naturaleza y necesidad

  Como realidad dinámica y creadora, la persona humana experimenta determinadas necesidades radicales, que es preciso conocer, encauzar y satisfacer de manera continuada.
   Las hemos de conocer en general, pues todos los seres humanos poseen una semejanza tal que los hace parecer idénticos, aunque tienen sus diferencias.
   Pero también las debemos conocer en particular, las que predominan en cada persona, ya que cada uno tiene su identidad y su originalidad.
   Al ser unos diferentes de los otros, y contar con una identidad irrepetible y nunca del todo descifrada, el proceso de acercamiento a cada hombre no termina nunca. Cada uno sigue siendo un misterio jamás revelado del todo; pero deja florecer en su entorno los suficientes destellos para hacerse interesante ante los que le rodean.

   2. Variedad de necesidades

   Las necesidades radicales o comunes de todos los seres humanos son aquellos reclamos de la propia naturaleza que, satisfechos, producen equilibrio interior; e, insatisfechos, suscitan perturbación. Importa mucho su satisfacción en todos los momentos de la vida. Pero sobre todo es importante lograrlo en los mo­mentos del desarrollo de las personas.
   Son muchos los antropólogos y los psicólogos que han pretendido explorar y clasificar estas necesidades radicales.
    Ya S. Freud (1856-1939) las dividía entre las conservativas y las purificativas, las que satisfacen la tendencia a la vida  y las que cubren la tendencia a la muerte.
   Las primeras son propias del eros, que se satis­facen por vía de construcción, de placer. Son las llamadas positivas o vitales: gozo, contento, triunfo, conquista, que producen equilibrio.
   Las se­gundas son también libidinales, pero en cuanto suponen satisfacción por vía de destrucción, de eliminación de lo desagradable: agresividad, ira, desprecio, ruptura, etc.
   - A. Murray (1893-1972) prefería catalogaras en dos niveles o formas, según su naturaleza:
    Son viscerógenas u orgánicas las que cubren los reclamos imprescindibles del organismo: comida, vivienda, vestido, sueño, salud, etc.
    Son psicógenas o psicosociales las que proporcionan la satisfacción de los reclamos más interiores: ajuste social, comunicación, seguridad, curiosidad, etc.
  -  A. H. Maslow (1908-1970)) entendía las necesidades como realida­des com­plejas y entremezcladas que ponen en juego la totalidad de la personalidad para producir equilibrio, si hay satisfacción de ellas, o desajuste, si no se consiguen.
    Las siete más significativas para él son las de seguridad, pertenencia social, propia estima, conocimiento, comprensión ambiental, goce estético, autoaceptación.

   3. Función de las necesidades

   Las necesidades básicas, al margen de quien las clasifique, son una rea­lidad del hom­bre y deben ser recordadas, atendidas y converti­das en programa de vida. Hay que verlas con interés, a fin de lograr que su vacío no produzca traumas y su satisfacción no genere angustias.
   El equilibrio personal depende de ellas. Es necesario actuar con criterios similares a los siguientes:
  - Nadie puede estar siempre insatisfecho en su modo de ser y de vivir. Es preciso aceptarse y estimarse con los propios dones naturales.
  - La manera de realizarse como persona es ponerse al servicio de ideales elevados. Reducir las inquietudes a la satisfacción vegetativa de la existencia conduce a la autodestrucción.
  - Es conveniente tener un plan de formación de la personalidad y, sobre todo, seguirlo. Pero lo importante no es el plan, sino el sentirse protagonista de la propia vida.
  - Fortalecer la propia concien­cia es promover en ella valores superiores, incluidos los trascendentes.
  - De cuando en cuando pueden surgir trastornos. Son normales si son pasajeros y no destructivos. Incluso es bueno recordar que hasta resultan beneficio­sos para el desarrollo, mientras no sean traumáticos o convulsivos.
  - Las mismas necesidades no tienen el mismo alcance en todas las personas. Cada uno tiene su identidad diferente.

   4. Educar las necesidades

   En cuanto esas necesidades se dan en los hombres libres, deben ser objeto de regulación, de control y de educación, pero tienen que ser conocidas, asumidas y satisfechas por el trabajo o el protagonismo personal. Lo que se recibe de los demás es ayuda, no solución. Pero hasta llegar a cierta madurez, el ser humano precisa la ayuda de los adultos.
  - La primera fuente de satisfacción es siempre el contexto familiar, de forma especial los padres que cubren las demandas afectivas y morales de los hijos.
  - Los educadores deben ser conscientes de su carácter complementario y no actuar de forma absorbente.
  - La felicidad verdadera no sólo se construye desde el interior de la concien­cia y exige verse realizado como persona en el ser y en el actuar.

  

 

   

 

 

5. Necesidades religiosas

   Aunque no sea usual tratarlas entre los antropólogos, es conveniente recordar que el hombre tiene un sector trascendente en su personalidad. Son necesidades espirituales básicas las que satisfacen el ansia de conocer o el afán de clarificar la propia dimensión trascen­dente de la persona.
    Entre esas necesidades espirituales básicas, que el hombre tiene que ver satisfechas suficientemente, se pueden citar las siguientes:
   - Explicar la vida presente: origen, realidad, destino, existencia divina, actua­ción entre los hombres.
   - El más allá encierra interrogantes que antes o después todos los hombres se plantean. Ayudar a dar respuesta sobre la realidad de la otra vida es una condición de educación sana.
   - La realidad del alma, y la diferencia humana con respecto a los animales está latente en la mente del hombre. Se debe tener una idea clara de la dignidad y de la supremacía del ser inteligente.
- En los momentos de necesidad espiritual (accidentes, enfermedades, muerte de seres queridos, peligros graves, dificultades familiares importantes) se suele activar una luz interior que se desenvuelve en multitud de preguntas. Hallar la posibi­lidad de respuestas serenas y satisfactorias es necesario.
    La insatisfacción o la oscuridad en la cobertura de estas demandas espirituales conducen normalmente a la tristeza, al desconcierto, a la superstición, al refugio en ofertas mesiánicas heterodoxas, situaciones y reac­ciones todas que deben preocupar al educador, sobre todo al educador de la fe.